¡Oh Virgen Inmaculada, dulcísima Madre nuestra,
verdadera escala por donde pueden los pecadores
llegar al reino de Dios!
Mostraos tal en la conversión de este infeliz
que eficazmente encomendamos a vuestro patrocinio; iluminad su inteligencia con los rayos de luz divina
que proyecta vuestra Medalla,
para que conozca la vida peligrosa que arrastra,
la inmensa desventura en que vive alejado de Dios
y el terrible castigo que le espera; y, sobre todo,
dejad sentir vuestra influencia sobre su corazón
para que llore la ingratitud con que mira a Dios,
su Padre amoroso, a Jesús, su benéfico Redentor,
Tendedle vuestra mano, ¡oh Virgen Purísima!
Yo os saludo, dulcísima Virgen María,
Arrancadle del cautiverio del pecado
y de su implacable enemigo, sacadle de las tinieblas
en que yace y conducidle al reino de la luz,
de la paz y de la divina gracia.
ORACIÓN
Soberana Reina de los Cielos y de la tierra,
que por amor a los hombres pecadores
os dignásteis apareceros a vuestra humilde sierva,
Sor Catalina Labouret,
con las manos cargadas de gracias celestiales
en favor de los que os invocan con fe y devoción;
Vednos postrados ante vuestra imagen
suplicándote humildemente un rayo de luz
que ilumine nuestra mente
y abrase nuestro corazón en vuestro santo servicio,
a fin de que conociendo vuestras misercordias
encerradas en vuestra Santa Medalla,
logremos participar de vuestros merecimientos
y conseguir por ello la salvación de nuestra alma.
ORACIÓN
Yo os saludo, dulcísima Virgen María,
Madre de Dios, y os elijo por mi amantísima Madre.
Os suplico que me admitáis por hijo y siervo vuestro,
pues yo no quiero tener otra Madre y Señora que a Vos.
Ruégoos también, ¡oh piadosa y tierna Madre mía!,
que me gobernéis y defendáis
en todas las acciones de mi vida
porque soy un pobre infeliz mendigo,
que en todos los instantes necesito
de vuestra ayuda y protección.
Ea, Virgen Santísima,
hacedme participante de todos vuestros bienes
y de vuestras virtudes, principalmente
de vuestra santa humildad,
de vuestra excelsa pureza,
de vuestra ardiente caridad;
pero sobre todo alcanzadme la gracia
(decir la gracia que se desea obtener de la Virgen).
No me digáis, ¡oh Madre benignísima!,
que no podéis concedérmela,
porque vuestro amantísimo Hijo
os ha dado todo poder tanto en el Cielo como en la tierra.
También estoy seguro que no me desecharéis,
porque Vos sois la Madre común
de todos los hijos de Adán, y singularmente lo sois mía.
Ya pues, que sois mi Madre
y al mismo tiempo sois poderosísima,
¿qué es lo que podrá moveros
a negarme vuestra excelencia?
Atended, Madre mía, mandad,
que en calidad de tal estáis en cierta manera
obligada a concederme lo que os pido
y acceder a mis ruegos.
Sed, pues, bendita y ensalzada
en el Cielo y en la tierra;
alcanzadme de Dios que haga participante
de todos los bienes y de todas las gracias
que sean del agrado de la Santísima Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
objeto de todo mi amor ahora y por todos los siglos.
Amén.
Rezar un Ave María y la jaculatoria «Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos».
Rezar un Ave María y la jaculatoria «Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos».
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